viernes, 30 de enero de 2015

NOUWEN ACERCA DE MERTON

“Estamos llamados a ser contemplativos, es decir, videntes, hombres y mujeres que ven la venida de Dios. En efecto, el día del Señor está siempre llegando. No es una venida que vaya a ocurrir en un futuro distante, sino una venida aquí y ahora en nosotros…¿Qué es lo que nos ciega?  Merton dice que nuestras ilusiones. Si hay una palabra que Merton utiliza repetidamente y con cierta predilección es la palabra ilusión. Podríamos decir que es un especialista en ilusiones, no porque tratara de sostenerlas, sino porque procuró desenmascararlas.  Las ilusiones que Merton estudia se resumen perfectamente en los dos siguientes: la ilusión de que podemos conocernos a nosotros mismos y la ilusión de que podemos conocer a Dios.

La primera ilusión, que podemos conocernos a nosotros mismos, nos pone en camino hacia una búsqueda frenética de nuestro yo a través de la autosatisfacción, la autorrealización y la autoactualización. Es la ilusión en la que nos volvemos tan interesados por una identidad adquirida por nosotros mismos que nos preocupamos constantemente en cómo hacemos las cosas en comparación con otros, y nos obsesionamos por distinguirnos de los demás. Es la ilusión que nos pone en el camino de la competitividad, la rivalidad y finalmente la violencia. Es la ilusión que nos hace luchar por nuestro lugar en el mundo, incluso a costa de los demás. Esta ilusión lleva a algunos de nosotros a un nervioso activismo alimentados por la creencia de que somos el resultado de nuestro trabajo. Esta misma ilusión lleva a otros a la introspección morbosa que nace del supuesto de que somos nuestros sentimientos y emociones más profundos.

La segunda ilusión es que podemos conocer a Dios, que podemos decir con precisión quién es Dios y cuál es su voluntad para nosotros y para los demás. Esta es la gran ilusión que nos pone en camino hacia la autojustificación y la opresión. Es la ilusión que hace que los blancos crean que saben qué es lo mejor para los negros, que los ricos piensen que saben qué es lo mejor para los pobres y que los hombres piensen que saben qué es lo mejor para las mujeres. Es la ilusión del control, la ilusión de que somos dueños de nuestro propio destino y que por tanto podemos ejercer un poder ilimitado y exigir obediencia incondicional. Es la ilusión que lleva a Auschwitz, Hiroshima y Jonestown”.

HENRI NOUWEN. La llamada de Thomas Merton
 a la contemplación y a la acción.
 Sermón predicado en New York el 10 de diciembre de 1978, 10 aniversario de la muerte de Merton.

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