lunes, 5 de mayo de 2014

EL SANADOR HERIDO... Un mundo que sufre.

 Seguimos comentando algunas ideas sobre el libro de Henri Nouwen "El sanador herido", y decía que tal vez algunas de sus valoraciones sobre la realidad pueden haber perdido actualidad con el paso de los años, teniendo en cuentas que este libro fue escrito y publicado en 1995, pero aun así podemos aprovecharnos de esa visión. El libro se divide en cuatro capítulos, según explica al comienzo el propio Nouwen: 

"Los cuatro capítulos pueden ser vistos como cuatro puertas distintas a través de las cuales he intentado meterme de lleno en los problemas del ministerio en nuestro mundo moderno. La primera puerta representa la condición de un mundo sufriente (Capítulo I); la segunda, la condición de una generación que sufre (Capítulo II); la tercera, la condición del hombre que sufre (Capítulo III) y la cuarta, la condición del ministro que sufre (Capítulo IV)".

En el primer capítulo, "El ministerio en un mundo desestructurado", Nouwen habla de la búsqueda del hombre de la era atómica. Hoy hablaríamos seguro del hombre de la postmodernidad. Él se refiere al ser humano que "ha perdido control sobre su propia existencia, una existencia determinada por muchos factores, unos conocidos y otros misteriosos, del medio que le rodea".

"El historiador y psicoanalista Robert Jay Lifton nos ha ofrecido algunos conceptos excelentes para comprender en profundidad la naturaleza de los dilemas del hombre de la era atómica. En palabras de Lifton, el hombre de la era atómica puede caracterizarse por (1) una ruptura con la historia, (2) una ideología fragmentada y (3) la búsqueda de la inmortalidad".

 Nouwen habla entonces sobre el camino hacia liberación del hombre de la era atómica, y comenta tres vías: la vía mística, la vía de la revolución, y la vía cristiana...


"En Jesús las vías mística y revolucionarla no son opuestas sino dos formas claras por medio de las cuales el hombre puede experimentar la trascendencia. Estoy cada vez más convencido de que la conversión es el equivalente individual de la revolución. Por tanto, todo auténtico revolucionario se encuentra con el reto de ser un místico de corazón. Y el que avanza por las vías de la mística está llamado a desenmascarar lo ilusoria, lo vacía que es en el fondo la sociedad humana. Misticismo y revolución son dos aspectos del mismo empeño de intentar un cambio radical. No hay místico que pueda librarse de convertirse en un crítico social, porque en la autorreflexión descubrirá las raíces de la enfermedad social. De manera semejante, ningún revolucionario podrá eludir enfrentarse a su propia condición humana, ya que en medio de la lucha por un mundo nuevo, encontrará que también está luchando contra sus propios miedos reaccionarios y sus falsas ambiciones. 
El místico, lo mismo que el revolucionario, tiene que cortar todos los amarres con las necesidades que le hacen sentirse seguro de sí mismo, gozando de una existencia protegida, y enfrentarse sin miedo a la miserable condición de sí mismo y del mundo".

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