viernes, 6 de septiembre de 2013

UN GRITO AL DIOS DE LA PAZ

“Desde lo más profundo de nuestro ser, gritamos al Dios de la paz. Desde ese lugar terrible donde tenemos que confesar que también nosotros somos parte de la destrucción contra la que estamos protestando. Desde ese centro donde descubrimos que también nosotros nos hemos puesto tan furiosos que nos hemos vuelto insensibles y ya no vemos, sentimos y oímos la agonía de los miles de personas golpeadas por las semillas de la destrucción sembradas sin piedad...
Desde ese lugar vacío de silencio donde nos sentimos desvalidos, incómodos y sin poder, donde sufrimos nuestra propia impotencia para detener el reino de muerte en nuestro mundo. Desde ese lugar profundo, gritamos al Señor y decimos: ‘Señor, ten piedad’… Si no entramos en lo profundo, sólo podremos ser cínicos, escépticos y sarcásticos cuando intentamos ingenuamente decir ‘no’ de nuevo, un intento que se ha hecho antes con tanta frecuencia sin resultados visibles. Si no entramos en lo hondo, nos ahogaremos en nuestra preocupación por las estrategias y los planes y nos incapacitaremos para ver el horrible poder del mal que actúa en medio de nosotros…
Nuestros corazones están partidos, nuestras mentes confusas, nuestras almas cansadas después de años de palabras, planes e intentos de poner fin a la guerra y sanar nuestra conciencia de culpa… Pero quizá sea este sentido de desvalimiento lo que nos haga entrar a formar parte del grupo de los miles de hombres, mujeres y niños que salen corriendo de sus casas, sus tierras y sus aldeas para escapar de la despiadada lluvia de bombas. Quizá nuestro desvalimiento nos lleve a un profundo sentido de solidaridad…” (1972)

Henri NOUWEN

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